viernes, 16 de septiembre de 2011

LO QUE EL HEAVY SE LLEVÓ

Nadie puede entender la actitud del amigo Rogelio últimamente. Cierto es que nunca nos pasó desapercibido su extravagante comportamiento y la sensación de que en cualquier momento perdería las riendas de su vida... pero no de esta manera. El Gelo lleva más de veinte años poniendo copas en el " Dale gas Infernos Rock", punto de encuentro y morada ocasional de los más duros y cada vez más viejos rockeros moteros de la ciudad. Sus manías y sus locuras no dejaban a nadie indiferente y más de una de sus anécdotas ha llegado a trascender los círculos más íntimos alcanzando la categoría de leyenda en diversos tipos de ambientes de la ciudad. Pepe el ferretero, por ejemplo, se suele ganar la confianza de sus nuevos clientes relatando la historia de los tornillos, en la que el etílico, como otras muchas noches, volvió a tomar las riendas de Gelo que en un alarde de estupidez y soberbia retó a demostrar su hombría al marino más bestia de aquel buque escuela noruego. Le sacaba 20 cm y varios pares de quilos, pero ninguno cedió y se decidió un empate tras la ingesta a chupitos de sendas botellas de tequila. Pero Gelo, en cuanto a bravuconería y alcohol se refiere, no era de los que aceptaban tablas ni jugando con negras así que continuó el reto con lo primero que tenía a mano que resultó ser una caja de tornillos de 1,5 de calibre que el jefe acababa de comprar para poner unas nuevas estanterías. Gelo, echó hacia atrás su alborotada melena, para que ni uno solo de sus rebeldes cabellos se interpusieran entre su retadora mirada y la de su absurdo rival y sacó un cuchillo con el que le hizo gestos que indicaban que el perdedor se cortaría una falange del dedo meñique. El marino tarugo aceptó y comenzó el juego. A esas alturas, se había corrido la voz por la zona y el bar estaba repleto de curiosos borrachos que de alguna manera tenían que entretener la inquietud de saber que esa noche tampoco iban a comerse un rosco y que sirvieron de testigos al ferretero a la hora de darle veracidad al asunto. La historia le llegó a Pepe a través del dueño del "Dale Gas..." al día siguiente, cuando además de ir a comprar otra caja de tornillos como la del día anterior, hecho que no le pasó desapercibido al viejo empresario, pidió un bote de aguarrás o algo que sirviese para sacar las manchas de sangre de la barra dado que con los productos tradicionales no había manera por mucho que frotara con el cepillo. Sabemos que no es leyenda urbana también, porque conocemos a los trabajadores de urgencias que atendieron a los dos colgados que ingresaron a altas horas de la madrugada en estado semiinconsciente y a los que hubo que hacer un lavado de estómagos tras los que, para su sorpresa, además del líquido esperado les extrajeron una cantidad considerable de pequeños objetos metálicos. Por último, las crónicas de los periódicos locales de aquel día destacaron que lo que más sorprendió a los médicos de guardia fue que a los dos borrachos hubo que atajarles una aparatosa hemorragia producida por un corte limpio que les había amputado parte de la pequeña extremidad. Gelo siempre llevó muy mal, por dentro, el hecho de no haber podido ganar al tipo ese y nunca se conformó con el empate pero por suerte el marinero no volvió por el bar, quien sabe si por la ciudad, nunca más.

Podéis imaginar, tras los hechos relatados, que cada día, a lo largo de los años nos sorprendíamos con éstas y otras ñoñerías que convertían a este muchacho en un ser de lo más particular, siempre buscando la manera de llamar la atención aun a costa de su imagen y, no en pocas ocasiones, de su salud y que a su vez lo convertían en una persona entrañable que solucionaba muchas reuniones aburridas ya fuese en directo o a través de los recuerdos de los ocasionales participes de sus hazañas. Por eso nos duele verle así ahora tan ido, tan cambiado....

Todo empezó el día que por primera vez sonó en el bar esa versión tan (no sabría como calificarla debido a las malsanas consecuencias que en mi amigo produjo) ¿nefasta?! de la stoniana Angie, españoleada por Melendi. A mitad de la misma, Gelo, el purista Gelo, saltó por encima de la barra con una botella en la mano y se dirigió a la cabina del pincha, ciego de cólera, jurando que le estamparía el vidrio en la cara como volviese a escuchar esa mierda en "su" local: "Para poner Pitingos y mariconadas que joden temazos te vas a pinchar al Arenal con los bonitos", le espetó a voz en grito. Hasta ahí, todo normal. una de las típicas reacciones que Gelo nos regala cada vez que suena un bodrio en el "Infernos". Ninguno nos podíamos imaginar que era el principio del fin.

En los días siguientes, su comportamiento fue cambiando, lenta pero alarmantemente... se empezaba a comportar como si fuese una persona equilibrada y eso en Gelo no estaba bien, algo pasaba y no sabíamos qué. Llegaba al trabajo con sus cascos como siempre, pero sus modales habían cambiado, servía atentamente, daba las gracias con educación y cuando tenía sed bebía... agua. Llevaba semanas sin montarla, hasta el jefe estaba preocupado y eso que nunca le hizo mucha gracia que el bar fuese el blanco de sus excesos pero reconocía que le daba un punto canalla que estaba empezando a perder, era como si parte de su marca se estuviese borrando y no había estrategia de marketing que pudiese arreglar aquello.

Una noche me animé a hablar con él. Al principio fue puro vacile, al verle llegar al bar ataviado con un polo de los de cocodrilo en pecho y cambiarse de atuendo en el baño. Salió sonriente con su "mítica" camiseta de Motorhead sin mangas, pensando que nadie se había dado cuenta del trueque, dispuesto a comenzar la jornada pero le ataque de forma cruel. Reconoció que se encontraba mal, que algo estaba cambiando y no podía hacer nada por evitarlo y me imploró discreción así que me apiadé y traté de averiguar la causa de su aflicción pero bajó avergonzado la mirada y no dijo nada más. La noche siguiente, Gelo apareció con un cambio de imagen más evidente y ya no pudo esconder su problema. Llevaba un tatuaje hortera en el brazo de esos que esconden un nombre que al principio nos pasó desapercibido debido al desastre de peluquería que traía en la cabeza. Se había cortado parte de su melena desaliñada y lucía una espectacular media melena alisada a la plancha. Al acercarme, observé de cerca el dibujo en su piel, era un horrible corazón que emergía semiescondido de una frondosa y desigual vegetación. Al verme, empezó a llorar desconsolado, decía que no podía dejar de escucharla y que cada vez iba a más. Solo al llegar al bar se daba cuenta de su cuelgue pero al cerrar, no podía evitar ponerse los cascos y actuar al dictado del interprete de la canción que escuchaba una y otra vez. Leí el nombre que sobresalía en una de las ramas del monstruoso tatuaje y me di cuenta de que lo habíamos perdido:"Angie". Gelo había sido poseído por el espíritu de Melendi, no se podía hacer nada por él.