domingo, 22 de junio de 2014

PROBLEMAS DE FLUIDEZ ECONOMICA

Ayer, mientras tomaba café en una terraza, fui testigo de una descapitalización incidental, poco severa por fortuna, pero descapitalización al fin y al cabo. El caso es que una señora que paseaba confiada perdió un euro cuando procedió a sacarse un pañuelo del bolsillo. La mujer iba rápido y yo anduve lento de reflejos por lo que no pude avisarla y se alejó ignorando su empobrecimiento fortuito.

La moneda permaneció inmóvil en la acera, confiando en su valor. Inmediatamente recordó el acontecimiento vivido por una compañera de dos céntimos que fue ninguneada durante más de tres días a las puertas de una sucursal bancaria; ignorada, despreciada e incluso pisoteada por los cientos de clientes que desfilaron por el lugar. Pero sabía que ella no correría la misma suerte. Se lo tomó con calma y se dispuso a disfrutar de la brisilla veraniega a la espera de ser recogida y depositada en un nuevo y cálido bolsillo.

Y la gente comenzó a pasar. Es cierto que no era la mejor hora ni el lugar más concurrido del mundo pero no lo es menos que andamos muy despistados. Paseamos por la calle pensando en nuestras cosas y en las que no son nuestras y, a medida que vamos haciéndolo, nos vamos despistando más. Confundimos formas de Gobierno con modelos de Estado, ondeamos ikurriñas en los bolos de Cataluña, damos buenas noticias parapetados tras un plasma, creemos que trabajar es tan importante que estamos dispuestos a pagar por ello, olvidamos el paracaídas cuando nos precipitamos al vacío, creemos que los príncipes se convierten en reyes en lugar de en ranas, pensamos que el fútbol es un deporte en el que siempre gana España, decimos que la policía está para defender al ciudadano, consideramos que el fraude es incompatible con la elegancia...andamos.... pero andamos muy, muy despistados y los despistes traen consigo consecuencias.

Suerte tuvo la gente que pensando en éstas o en otras diatribas no pisaron una boñiga de perro (espero) que también se había parado a tomar el sol por el lugar durante la media hora que transcurrió entre que la mujer perdió su moneda y otra algo más joven y mucho más atenta la recogió justo en el momento en que el euro comenzaba a quedarse traspuesto, fantaseando con ser un billete de cinco, de cien, ¡qué diablos! ¿por qué no de quinientos? y hacer un viaje a los Alpes o a dar de comer, furtivamente, a los monos de Gibraltar.