miércoles, 28 de abril de 2010

CRONICA DE CAGADAS

He estado charlando con todos los Psicólogos y Psiquiatras con los que ha estado hablando el Cardenal Bertone y me confirman que han comprobado que entre el cerebro del mismo y la inteligencia humana no existe relación alguna.
Les recuerdo a sus santidades, porque parece que se les olvida, que no hay mayor aberración que abusar sexualmente de un niño.
Cualquier santísimo que tenga los santísimos de creer que es más aberrante ser gay que pederasta debería estar, como mínimo, en la cárcel, aunque a mí se me ocurren varios sitios más adecuados para este tipo de gente,sean curas o no.
No he visto manifestaciones, todavía, que aboguen por los críos violentados y que pidan la condena de sus agresores.No lo entiendo, ¿por qué salimos a manifestarnos contra el aborto si cinco o seis años después, unos los violan y a los otros parece no importarles?
¿por qué se preocupan más de las generalizaciones que este caso conlleva hacia ustedes, que de buscar, entregar a la justicia y repudiar a sus manzanas podridas?¿tienen tanto que esconder?
Espero que no y que limpien toda su mierda de una vez por todas, de lo contrario claro que parecerá que toda su organización está implicada.

RUMOROLOGIA

La semana pasada, una amiga de una amiga de mi madre,le contó a mi tía abuela segunda que había estado en una peluquería. Al principio no notó nada extraño, pero, al rato, cayó en la cuenta de que no había música en el local y, poco a poco el atronador ruido de tijeras, secadores y demás aparatejos propios del centro comenzó a invadir la espera del turno hasta que el ambiente se volvió relativamente desagradable, sin más. De repente, entró una de esas señoras con aspecto de ir a la peluquería con gran frecuencia porque así lo ahorran en el bingo, y de inmediato, la dueña, de un bramido infame, la puso de patitas en la calle. Sin darse por vencida la buena mujer volvió a entrar y tras media hora de discusión y, probablemente, debido a la afonía que empezaba a asomar por aquellas furibundas gargantas, abrió su bolso, sacó la billetera y le dio a la gobernanta una cantidad indeterminada de billetes mientras gritaba: "Lo siento mucho,este año te lo pago yo, toma" y muy dignamente se sentó a esperar su turno en tanto la peluquera hacía un gesto de semiaprobación y se guardaba el dinero en el bolsillo de la bata.

Cuenta mi tía abuela, qué ardía en curiosidad por saber quien era la buena mujer pero que la amiga de la amiga de mi madre sólo supo decirle que no recordaba el nombre pero que era la madre de un famoso artista que trabajaba en una asociación que se dedicaba a sacarle los cuartos a las peluqueras o no sé que rayos,que no se había enterado muy bien.