De pequeño
siempre quise leer el bigote de Salvador Dalí. Los mayores se preocupaban,
pensaban que solo decía incongruencias, tonterías y que estaba mal de la chota
y mis amigos se reían de mí y me daban collejas.
Con el tiempo se me pasó y
agradecí a todo el mundo su incomprensión y sus insultos; gracias a eso soy una
persona normal ahora. Por eso me da pena y no entiendo por qué, vosotros que
tanto me ayudasteis, no hicisteis lo mismo con la panda de ñoños que años
después se volvían locos por escuchar la oreja de Van Gogh.
Extraña y sabia sociedad
esta que nos aglutina!!!!