martes, 26 de marzo de 2013

POBRE CRISTINA!

    Se sentía impotente, a punto de perder su empleo de retén en el servicio de bomberos de su pueblo. Aquel verano empezaba seco y todo parecía presagiar que no le faltaría trabajo pero no fue así. No sabía si era la casualidad, si la gente se estaba volviendo cívica de pronto, si ya no había nadie interesado por recalificar, ..., pero se escuchaban rumores acerca de recortes en el departamento y se empezó a poner nervioso. No se sintió orgulloso pero tenía que comer así que a la menor oportunidad prendió la mecha.

    Ella siempre fue una chica decente. Muy aplicada en los estudios y responsable los fines de semana. Nunca se iba a la cama con un chico la primera vez. Conoció al hombre de su vida y no tardó en comprometerse. Con el primer bebé decidió abandonar sus estudios y para cuando llegó el tercero su vida se quedó sin el hombre. Nunca supo la razón pero sí, se marchó a por tabaco y jamás regresó. Al principio lo que más le dolió fue el tópico pero lo que no se pudo perdonar es haberse puesto tan pesada aquella noche en que le obligó a bajar....él ni siquiera fumaba. Ella, después de reiterados intentos de conseguir un trabajo que le permitiese mantener a sus hijos tuvo que tragarse la decencia y ejercer. Esta vez no fue vender su cuerpo lo más doloroso, lo que en realidad no pudo soportar de su vida fue, esta vez sí, el tópico en que se había convertido.

    Ellos siempre supieron que no había negocio más lucrativo. Los unos formaban parte de la cuarta generación de la banda más importante de tráfico de drogas de aquel país imaginario. Los otros se las arreglaban para mantener el equilibrio entre sus deseos y las necesidades de sus compatriotas. Pensaron que tenían todo controlado y que duraría para siempre pero pronto tuvieron que adaptarse a las nuevas circunstancias. Los ciudadanos decidieron, por sorpresa y al unísono, dejar de consumir en masa. Algunos pensaron que no tenía sentido gastar en ello lo poco que ganaban, otros se preocuparon por su salud; lo cierto es que por lo que fuera y en general, se perdió el interés y al cártel se le amontonaba el stock sin saber como darle salida. Tras sopesar todas las posibilidades que se pusieron en juego se llegó a la única conclusión posible. Los otros se encargaron de cambiar la legislación y los unos se convirtieron en empresarios farmacéuticos. Un poco de marketing, un pequeño cambio en la manera de interpretar sus propiedades y el milagro se obró. En pocos meses se racionalizó el consumo, las arcas de hacienda engordaron significativamente, se redujo el nivel de delincuencia y se erradicó un enorme problema de salud pública. Los unos y los otros siguieron ganando. Menos que antes pero ganando al fin y al cabo del miedo.

    Se sentía poderosa en su nuevo cargo. Quería demostrar que se podía contar con ella y no desperdiciaba la menor oportunidad para hacerse valer. Entendía que su trabajo consistía en restablecer el orden público a toda costa y llevaba tiempo demostrando que no le temblaba la mano para conseguirlo aunque tuviera que ordenar a su ejército utilizar toda la contundencia que fuese necesaria. Pero últimamente la cosa estaba tranquila, todos conocían sus derechos y los ejercían con arreglo a ley por lo que la impulsiva delegada del gobierno no encontraba acto donde ejercer su autoridad. Parecía que de un tiempo a esta parte se había quedado sin orden que restablecer y eso la alteraba. No podía tolerar que no se hablase de su eficiencia y, como el bombero que no tenía fuego que apagar, la mujer que no podía alimentar a sus hijos con su decencia o el traficante que no tenía yonki al que vender, decidió provocar los acontecimientos e incendiar a la ciudadanía que luchaba pacíficamente por sus derechos. Pronto podría volver a demostrar su eficacia como agente represor. Aquella noche durmió con una enorme sonrisa de oreja a oreja.

    

    

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